Hace pocos días, leí por casualidad una
entrevista al fotógrafo Joan Fontcuberta
en el dominical de El País, mi curiosidad puramente fisgona y banal por
saber como trabaja y vive este artista se convirtió en reflexión particular al
leer su opinión sobre el concepto acerca de su visión de la fotografía. Joan
Fontcuberta expone que el uso de la fotografía ha cambiado la noción de memoria
visual hacia un nuevo uso de inmediatez y complemento verbal a nuestras
acciones a la vez que la socialización de la fotografía gracias a los nuevos
artilugios digitales y la difusión masiva de imágenes a través de la red han modificado
el valor de la imagen y ha transfigurado nuestro sentido de la interpretación
de la realidad.
Joan Fontcuberta me hace reflexionar y pienso
que en cierto modo estamos viviendo en una banalidad constante, frivolidad y
evasión van unidas a la par, necesitamos desconectar y a la vez nos hacemos selfies como si fuéramos los
únicos supervivientes de un naufragio digital. Somos pasajeros virtuales de
nuestro tiempo que emiten luces de flash como señales sonda, y a diferencia de
nuestros bisabuelos de los que casi no podemos reconocer sus caras en
fotografías erosionadas, ahora podemos tener la foto de un bebé desde la
primera ecografía.
Que desastre, me siento tan banal, me aburren
los selfies, ya me tengo muy visto. Tampoco me puedo considerar un fotógrafo
porque no es mi profesión, quizás es puramente un hobby como la señora que hace ganchillo para no aburrirse y ella
desde Móstoles y yo desde Barcelona nos diremos al unísono en alguno o muchos momentos
de nuestra vida: “¡Ohhh… que bonito ha quedado!”, difundiremos orgullosos nuestra maravilla por las redes sociales y
guardaremos nuestro “tesoro” en el cajón del olvido. Otros, más listos y
talentosos conseguirán que sus fotografías formen parte de museos, colecciones
privadas o archivos oficiales para beneficio de la humanidad. En algún momento,
tras unos años o lustros esas obras visuales viajarán desde un sótano a una
inmensa sala de exposiciones perfectamente expuestas a los ojos de un público
ávido y entregado a si mismo, haciéndose un selfie delante de la perfecta
fotografía ilustre para confirmar que fueron testigos de un momento maravilloso
y banal.
Aunque por otro lado, si le damos la vuelta a
todo esto, la banalidad también es libertad de acción y deleite por todo lo que
es intrascendente. Todo vale antes que el aburrimiento porque aburrirse, es muy
aburrido y criticar los selfies de los demás es perversamente divertido.
Si quieres, date una vuelta por la web del artista: www.fontcuberta.com/
Es diferente. Es interesante.
Fotos/ Texto:
Andrés Mauri.
Modelo: Jaume
Serra Viaplana.