¿De dónde venimos?, ¿Quiénes somos?, Cuál es el sentido de la vida?... Un debate sesudo para intelectuales más eruditos. En los últimos tiempos la gente recurre a diversas teorías como tabla de salvación, como la única manera de justificar el embrollo que vive la humanidad. Ya no hay recetas sencillas. Antes uno era católico, budista o futbolista, ahora todo se mezcla y se cuestiona por lo que hay que empezar a pensar y dar por obvio que la felicidad no existe. Y la infelicidad duele mucho porque todos queremos ser felices, ya que se supone que este es el principal objetivo en nuestra existéncia vital. Fallecer lentamente es nuestro lecho de muerte mientras nos despedimos de una lista interminable de seres queridos, mandando besos virtuales y mensajes personalizados desde la tablet con emoticonos previamente descargados para tan magna ocasión. Moriremos felices de haber dejado un testamento digital con nuestras mejores fotos y acontecimientos más importantes de nuestra vida: un archivo con las 1.364 fotos de la boda y otro archivo intragable de nuestros fabulosos packs de viajes organizados de un incalculable valor turístico y documental.
Siempre es un consuelo pensar que algún día tuvimos la impresión de que fuímos felices al menos unos breves instantes y que dedicamos toda la vida en busca de algo parecido a la felicidad. Por suerte tenemos a San Google que nos protege, nos guia y nos guarda toda la información digital. Gracias a sus santos poderes, aquella foto en que se te veían los mocos de la nariz nunca será borrada.
Texto / Fotos: Andrés Mauri.
Modelo: Jaume Serra Viaplana.
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