lunes, 9 de mayo de 2016

La insoportable levedad del selfie



Hace pocos días, leí por casualidad una entrevista al fotógrafo Joan Fontcuberta  en el dominical de El País, mi curiosidad puramente fisgona y banal por saber como trabaja y vive este artista se convirtió en reflexión particular al leer su opinión sobre el concepto acerca de su visión de la fotografía. Joan Fontcuberta expone que el uso de la fotografía ha cambiado la noción de memoria visual hacia un nuevo uso de inmediatez y complemento verbal a nuestras acciones a la vez que la socialización de la fotografía gracias a los nuevos artilugios digitales y la difusión masiva de imágenes a través de la red han modificado el valor de la imagen y ha transfigurado nuestro sentido de la interpretación de la realidad.

Joan Fontcuberta me hace reflexionar y pienso que en cierto modo estamos viviendo en una banalidad constante, frivolidad y evasión van unidas a la par, necesitamos desconectar y a la vez nos hacemos selfies como si fuéramos los únicos supervivientes de un naufragio digital. Somos pasajeros virtuales de nuestro tiempo que emiten luces de flash como señales sonda, y a diferencia de nuestros bisabuelos de los que casi no podemos reconocer sus caras en fotografías erosionadas, ahora podemos tener la foto de un bebé desde la primera ecografía.

Que desastre, me siento tan banal, me aburren los selfies, ya me tengo muy visto. Tampoco me puedo considerar un fotógrafo porque no es mi profesión, quizás es puramente un hobby como la señora que hace ganchillo para no aburrirse y ella desde Móstoles y yo desde Barcelona nos diremos al unísono en alguno o muchos momentos de nuestra vida: “¡Ohhh… que bonito ha quedado!”, difundiremos orgullosos  nuestra maravilla por las redes sociales y guardaremos nuestro “tesoro” en el cajón del olvido. Otros, más listos y talentosos conseguirán que sus fotografías formen parte de museos, colecciones privadas o archivos oficiales para beneficio de la humanidad. En algún momento, tras unos años o lustros esas obras visuales viajarán desde un sótano a una inmensa sala de exposiciones perfectamente expuestas a los ojos de un público ávido y entregado a si mismo, haciéndose un selfie delante de la perfecta fotografía ilustre para confirmar que fueron testigos de un momento maravilloso y banal.
 
Aunque por otro lado, si le damos la vuelta a todo esto, la banalidad también es libertad de acción y deleite por todo lo que es intrascendente. Todo vale antes que el aburrimiento porque aburrirse, es muy aburrido y criticar los selfies de los demás es perversamente divertido.

Si quieres, date una vuelta por la web del artista: www.fontcuberta.com/
Es diferente. Es interesante.



Fotos/ Texto: Andrés Mauri.
Modelo: Jaume Serra Viaplana.

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